Los días ligeros. Yolanda Guerrero.

 

… por esas escaleras desdendía muy despacio ella: Ava en persona, la Eiva de belleza feroz y melena alborotada que en mayo se sentaba a la misma mesa que la baronesa. Una diosa bajando del cielo con una gran pamela roja y en sandalias con tacón de aguja, sonriente, sin mirar ni un segundo al suelo con sus ojos de gata, sin siquiera sujetarse a la barandilla porque llevaba un libro en una mano y un cigarrillo en la otra como quien sostiene el mundo entre los dedos.  Y más todavía. Sobre su cuerpo perfecto, la provocación hecha carne: no llevaba traje de baño, como todas las demás, sino nada más que un calzón y un corsé. Alguna vez había escuchado yo de refilón a un par de clientes con una copa de más hablar de algo que se llamaba bikini, un invento francés y del demonio, un traje de dos piezas que convertía a las mujeres en sirenas.

 

Yolanda Guerreo. De la obra “Los días ligeros”